Anotaciones

La Ilustración y la oscuridad

Figuritas que representan un soldado y un caballero de armadura están de pie entre en una multitud de objetos viejos en una tienda de antigüedades

La primera vez que Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos, yo pasé un año, o quizá más, con un caso horrible de depresión. No fue únicamente por él, aunque la obsesión de los medios con todos los detalles de su presidencia de caricatura (o de terror) me agarró desprevenido y sí me hizo bastante daño. Ahí entendí qué es hacer doomscrolling, es decir, recorrer obsesivamente, siempre hacia abajo, una red social, buscando malas noticias. Ahí, también, empecé una novela tristísima, que no conseguí publicar, acerca del estado del mundo. (Como todo lo que imaginé, básicamente, se ha cumplido desde entonces, supongo que podría contar como un texto costumbrista.)

Por otra parte, no todo estuvo tan mal. En ese lapso también escribí La noche en la zona M, un libro que sigue con vida, reimprimiéndose y circulando. Más aún: después de la catástrofe que trajo la pandemia en 2020, y que tan espantosamente fue manejada en aquel país, me pareció que (como mínima ganancia de tanta catástrofe) un aspirante a dictador de opereta como aquel jamás podría volver a la política.

¿Quién decía que la Historia pasa una vez como tragedia, y la siguiente como farsa?

El bocón (fuente)

Ya escribí dos artículos (este y este otro) en mi columna de la revista Literal para tratar de explicarme lo que podría significar este nuevo momento histórico, así como los malestares nuevos que ya está trayéndonos. Algo que me faltaba dejar por escrito, sin embargo, es que la actualidad me está dejando con una impresión muy curiosa: la de que no hay términos adecuados en el transcurso de mi propia vida, ni en las ideas que aprendemos y repetimos sobre el mundo en esta época, para aprehender todo lo que está sucediendo.

¿La idea de que la humanidad está en un camino de ascenso constante, de progreso? ¿La idea de que la razón es un principio incontestable para entender la realidad? ¿La idea de que hay una realidad común, sobre la que podemos estar de acuerdo, que debemos considerar objetivamente cierta? Todas estas nociones parecían básicas para el entendimiento del mundo: certidumbres ganadas luego de muchos siglos y de las que ya no íbamos a desprendernos. ¿Cuántas de ellas dan la impresión de estar tambaleándose ahora mismo? Esta es la época en la que el fascismo parece estar de regreso; la época de las incontables supersticiones imbéciles; la época en la que diferentes facciones políticas se crean sus propias nociones de qué es real y qué no para usarlas como herramienta, como arma para afirmar su propio poder y aplastar a sus enemigos.

Todas esas ideas en crisis vienen del periodo que hoy conocemos como la Ilustración: el tiempo de la Historia europea en que la filosofía y las ciencias afianzaron el racionalismo como centro de un modo nuevo de comprender y relacionarse con el mundo. Nuestro tiempo sigue siendo heredero de aquel, de muchas maneras. Pero ¿qué tanto más va a durar lo que llamamos «nuestro tiempo»?

¿Cómo saber si no estamos en lo que, dentro de muchos siglos, será visto claramente como el final de una era y el comienzo de otra?

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Suliman Sallehi — Pexels.com

Evidentemente, la respuesta es que nosotros mismos –los habitantes del siglo XXI– nunca lo vamos a saber. Pero no todos los tiempos son sacudidos como el nuestro: no todos ven puestos en duda algunos de sus preceptos fundamentales.

Pensando en esto, he estado tratando de aprender más sobre otros fines de época. Es un tema que no se enseña en las escuelas. Por ejemplo, nadie me contó jamás de cómo terminó la democracia ateniense (la primera de todas), ni de cómo se deterioró, a lo largo de muchos siglos, el Imperio Romano de Oriente: aquel cuya capital se llamaba Constantinopla, y que fue conquistado por los turcos, pero no en un solo día, y solamente tras mil años de que el Imperio Romano de Occidente se desintegrara y desapareciera. Entre muchas otras fuentes disponibles, este podcast y este otro, respectivamente, tienen información interesante sobre esos asuntos. Lo que me parece claro hasta ahora es que los seres humanos casi nunca tenemos la suerte de percibir las grandes extensiones de tiempo que, por lo general, las civilizaciones requieren para nacer o para morir. ¿Qué más podrá salir de esto? No una solución para los problemas de la actualidad, me temo, pero quizá un poco más de luz, como decía algún otro filósofo. Una chispa para oponerse a la oscuridad imaginada o verdadera de los días.

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