Ahora que otra vez están de moda los ovnis, ya me preguntaron qué opino. ¿Será posible que existan los extraterrestres? ¿Será que la gran conjura realmente está en marcha? ¿Será que ahora sí se revelen los grandes secretos del tiempo y el espacio y el cosmos?
No es la primera vez que me sucede. Al principio, no entendía por qué me preguntaban a mí. Luego me di cuenta de que lo hacen porque he escrito novelas y cuentos de imaginación fantástica. De hecho, cada cierto tiempo me preguntan si creo en tal o cual “fenómeno paranormal”: no solamente ovnis sino fantasmas, posesiones demoníacas, el chupacabras, etcétera.
Quien pregunta siempre se decepciona cuando le respondo que no creo en nada: que todo me interesa, sí, pero como material literario y no de fe. No creo en alienígenas, en fantasmas, en dioses… De hecho, suponer que debo creer en cosas así me parece un poco absurdo. Es un poco como pensar que un novelista policíaco tiene que haber cometido un crimen o perseguido a un criminal, o que la autora de una historia de vampiros debe ser vampira ella misma.
Primero me ofendía, por pensar que esas personas esperaban de mí –que a fin de cuentas “escribo de esas cosas” y no de política o de otros temas de actualidad considerados más «adultos»– una postura irracional y crédula.
Luego entendí que buscaban una validación de sus propias creencias.
Para algunas de esas personas, incluso, el asunto es sumamente personal. Algunas de ellas, me lo han dicho, han tenido experiencias que no pueden explicar, para las que no bastan (al menos desde su punto de vista) hipótesis racionales o científicas, y cuyo recuerdo no las deja en paz.
Desde entonces no me quejo, trato de escuchar lo que me cuentan y les recomiendo lecturas. Sobre todo, textos sobre experiencias interiores, o situaciones límite, que no se resignan a ceder a la superstición pero tampoco niegan que –al menos en algunos casos– hay fenómenos subjetivos pero reales (es decir, quien los vive no miente al relatar lo que recuerda, aun si parece completamente imposible).
Uno de esos libros es Realidad daimónica, del escritor inglés Patrick Harpur, que intenta explicar «lo paranormal» como una manifestación del inconsciente colectivo, entendido más o menos como en el psicoanálisis. La aparición de un ovni, como la de un ángel o un duende, sería algo que es cierto de otro modo, en otro nivel de la existencia. No sé si Harpur tendrá razón, pero sus ideas son, por lo menos, más tolerantes y más bellas que las del esoterista promedio, que tarde o temprano quiere convertirnos a su religión, abusar de nuestra confianza o, de plano, pedirnos dinero.
Todo el texto es ameno, pero me quedo con esta línea: «Luego entendí que buscaban una validación de sus propias creencias». Gracias por el texto y por la recomendación.
Gracias a ti. Realmente es muy interesante el libro de Harpur: una sorpresa entre tantísimo libro basura que hay sobre los mismos temas.
Estimado Alberto: Muchas gracias por considerarme, siempre te leo.
Recibe un abrazo afectuoso.
Lorna R. Contreras
Otro para ti y gracias.
El tema de validarse a uno mismo es una necesidad imperante entre nosotros los humanos, siempre creere que hay algo más alla de lo que la ciencia actual puede inferir, pero no dejare de creer que la imaginación es más grande que eso.
A mi me encanta escuchar que esas situaciones les pasen a los escritores. Nos dejamos llevar por lo que leemos y nos creamos un personaje para cada autor. Pienso que, como lectora es fácil enamorarme de las ficciones, al grado en que busco «verdades» para sotenerme. Si la oportunidad de la ficción se da en mi vida cotidiana mediante lo paranormal, la tomo para experimentar esos otros niveles de existencia como material literario de mi vida.
Alberto, a mi me fascinan esas historias aunque en el fondo me da miedo experimentar alguna. Aunque hay similitudes que uno encuentra, por ejemplo, cuando niños/as o conductores perdidos reciben ayuda de adultos que no conocen.
Ciertamente son grandes historias, y responden a algo muy antiguo, creo. Gracias por leer.