Anotaciones

Una película de Navidad

Nicole Kidman en Ojos bien cerrados

Ojos bien cerrados (1999) de Stanley Kubrick se desarrolla en una ciudad de Nueva York onírica, imprecisa, en los últimos días de diciembre, y la presencia de árboles de Navidad y otras decoraciones de la temporada es uno de sus elementos visuales recurrentes. De esto proviene, desde hace algunos años, la broma de llamarla una película navideña. Pasa lo mismo con Duro de matar (1988) de John McTiernan y otras por el estilo.

Lo que me llama la atención esta noche es que, junto con la broma, ahora resulta que la película de Kubrick ha sido revalorada y se le considera –con justicia– clásica. Le fue muy distinto en el año de su estreno: en una de las primeras «polémicas» de la época de internet, la prensa de espectáculos repitió rumores infundados sobre el rodaje e insistió durante largo tiempo, antes del estreno, en que Ojos bien cerrados iba a ser erótica, o incluso soft porno

Y qué cantidad de gente se dejó llevar por el hype (o, como se decía en otra época, se fue con la finta). Aunque la película fue un gran éxito de taquilla, reseñistas y críticos por lo demás lúcidos se dedicaron a atacarla, empeñados en resaltar lo que no era. Que no les parecía excitante ni lúbrica, que estaba muy lejos de sus expectativas, que no representaba adecuadamente a la burguesía de su tiempo o a las calles de Nueva York; esas opiniones bobas y ombliguistas dominaron durante años la recepción de la última obra de Kubrick. Hasta el día de hoy, críticas así persisten aunque ya no son mayoritarias. Hay quienes pretenden «defender» al director diciendo que la película no estaba lista (Kubrick murió poco después de entregar su último corte) y por eso «quedó así». Hay quienes vuelven, incluso, a basar todos sus juicios en chismes de la época alrededor de los actores principales de la película, Tom Cruise y Nicole Kidman.

Por otro lado, muchas otras personas encuentran ahora que la historia creada por Kubrick (desde un guión de Frederic Raphael, basado en la novela Relato soñado de Arthur Schnitzler) resuena mucho con un aspecto concreto del presente: la impunidad y los excesos de los oligarcas multimillonarios que concentran la mayor parte de la riqueza del planeta. En el mundo habitado por los personajes de Kubrick se entrevén los dispendios de unos, las locuras de otros y, de manera especial en estos últimos días de 2025, las historias de horror que una vez más han vuelto a destaparse alrededor del financiero pedófilo Jeffrey Epstein y su grupo de amigos, participantes o al menos facilitadores de la red de tráfico sexual más famosa de este siglo.

Y como solamente puede hacerlo el arte, Ojos bien cerrados critica y ridiculiza a los oligarcas. La película los muestra con poder pero desprovistos de verdadero genio; con servidores y muchísimo dinero, pero poca o ninguna idea de qué hacer con ellos; entregados a ceremonias y juegos ridículos (la escena de la orgía tiene la intención de parecer absurda) que otros aceptan solamente por obligación. Esos «superhombres» son simples humanos, nos recuerda Kubrick, y más estúpidos y rapaces que el promedio. No menos. Sólo hacía falta ver la película para descubrirlo.

En su podcast You Must Remember This, la escritora Karina Longworth relató la historia de la filmación y el escándalo manufacturado alrededor de Ojos bien cerrados.

Yo les dejo algo de música y mis mejores deseos para el tiempo por venir. ¡Felices fiestas!

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