Anotaciones

El cuerpo perdido

Esta foto la tomó Raquel el otro día, en la Feria del Libro de Coyoacán. Estábamos presentando La visitante. Puse la foto en mis redes sociales. Me gustó su aire de misterio y, la verdad, que en ella no se ve mucho de mí. A la novela le va bien una atmósfera oscura, la sugerencia de algo incorpóreo, y yo creo que a mí también, en especial después de haber vivido –tras la operación de mi rodilla, en marzo del año pasado– un año entero en tanta cercanía con mi pobre carne: sintiéndola, pensando en ella, haciendo esfuerzos dolorosos para que se recupere y pueda estar mejor que como estaba, durante el tiempo que le quede.

Hoy mismo, acabo de ver una nota en un portal de internet acerca del libro que recoge la misma foto, más alguna información tomada directamente de este sitio, recién publicada. La nota es elogiosa, lo cual siempre se agradece, pero lo que más me llamó la atención es lo rápido que cualquier publicación, incluso si está perdida en una plataforma enorme o en un sitio infinitesimal (como este), puede llegar a otras personas, si las circunstancias son las adecuadas o se sabe cómo buscar.

A veces es tentador imaginar que las corporaciones y demás poderes fácticos de internet nos controlan por entero, y ya no queda más que entregarnos al «algoritmo» (cómo se ha propagado esa palabra, cuyo significado preciso casi nadie conoce), para que nos dé lo que quiera y cuando quiera. Como si la red se hubiera comido a la existencia entera y a nosotros con ella, conciencia y cuerpo y todo.

Pero no. Todavía no.

Demostración de que sí tengo cuerpo: la misma escena con otra luz y la presentadora del libro, Magali Torres (@Nenamounstro).

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